1. Bezoares
En Harry Potter y la Piedra Bruja, el profesor Severus Snape explicaba que «Un bezoar es una piedra extraída del estómago de una cabra, y te salvará de la mayoría de los venenos.» Por ridículo que parezca, Snape no estaba del todo equivocado. Un bezoar es algo así como una perla estomacal: Un animal come algo que no puede digerir, y las sales minerales se acumulan alrededor del objeto extraño hasta que se forma una piedra.
Durante la Edad Media, los médicos prescribían bezoares como antídoto para el veneno. Tragar o llevar estas pastillas mágicas para las tripas como si fueran joyas era una práctica habitual entre los ricos y poderosos, que tenían motivos para sospechar que alguien iba a envenenarles.
Los bezoares humanos se forman sin el recubrimiento crujiente, pero existen de varios sabores: Hay fitobezoares (hechos de materia vegetal no digerible, como cáscaras de semillas de girasol), farmacobezoares (hechos de medicamentos no digeridos) y, lo más común, tricobezoares, o bolas de pelo.
2. Otolitos
Tienes piedras en el oído. Pequeños y diminutos, hechos de carbonato de calcio (más conocido como tiza). Estas piedrecitas del oído, o otolitos, te ayudan a orientarte en el espacio. Cuando giras la cabeza, el movimiento de los otolitos envía un mensaje al cerebro sobre dónde estás y a qué velocidad te mueves para mantenerte erguido. Es un gran trabajo para una pequeña piedra.
La mayoría de los vertebrados, si no todos, tienen otolitos, y los científicos han descubierto innumerables usos para ellos en la investigación. Se puede saber la edad de un pez mirando sus otolitos. Los programas espaciales han enviado todo tipo de animales al cielo mientras observan sus otolitos para ver cómo se comportan en gravedad cero. (Spoiler: no les gusta.)
3. y 4. Cálculos renales y biliares
Incluso las palabras son suficientes para hacer que algunas personas se estremezcan. Al igual que sus primos los bezoares, los cálculos renales se forman cuando hay demasiada cantidad de una sustancia en el riñón. El tipo más común está formado por un exceso de calcio. Cuando la orina es demasiado ácida, a menudo como resultado de comer mucha carne o marisco, pueden formarse cálculos de ácido úrico. Su tamaño y forma varían, al igual que la experiencia de tenerlos. Algunas personas expulsan cálculos renales sin darse cuenta de que los tienen. Otras pueden necesitar ir al hospital.
Y luego están los cálculos biliares, que pueden ser tan pequeños como un grano de arena o tan grandes como una pelota de golf. Están formados por depósitos endurecidos de colesterol y bilis. Los médicos no entienden del todo por qué se forman, pero una cosa está clara: nadie los quiere.
Bonus: Gastrolito
La palabra «gastrolito» se aplica a dos tipos de rocas muy diferentes. Ninguna de ellas se encuentra en el cuerpo humano, pero ambas son impresionantes.
El primer tipo de gastrolito puede ser cualquier tipo de roca, siempre que un animal se la coma a propósito. Se sabe que los cocodrilos, las focas, las ballenas, las aves y sus ancestros los dinosaurios se tragan rocas intencionadamente. Los científicos solían creer que los cocodrilos y las criaturas marinas tragaban piedras como lastre, para evitar que salieran a la superficie del agua como tantos corchos enormes. En los últimos años, algunos investigadores han señalado que para que este esquema funcione, los animales tendrían que tragar toneladas literales de rocas, algo que claramente no hacen.
Los gastrolitos de las aves son una historia mucho más sencilla. Después de tragar, guardan sus gastrolitos en una bolsa llamada molleja. Al no tener dientes, las aves no pueden masticar la comida por sí mismas, así que las piedras hacen el trabajo por ellas, triturando cada bocado antes de enviarlo al estómago.
El segundo tipo de gastrolito es totalmente diferente, pero igualmente sorprendente. Estos gastrolitos son pequeñas pepitas o discos de carbonato cálcico que se forman en las cabezas de los cangrejos de río de agua dulce. Estos animales mudan con frecuencia y mudan su caparazón muchas veces a lo largo de su vida. Durante los días previos a la muda, el caparazón del cangrejo de río pierde calcio, que se destina a la formación de estos gastrolitos. Después de desprenderse de su duro pero demasiado pequeño exterior, pero antes de que su nuevo caparazón se endurezca, los artrópodos están cansados, flácidos y peligrosamente vulnerables. Para acelerar el proceso de endurecimiento, reabsorben el calcio que almacenaron en el gastrolito, como las vitaminas personalizadas de los Picapiedra. Probablemente no hace falta decirlo, pero los humanos decidieron que este segundo tipo de gastrolito era mágico, o al menos medicinal.