Cortesía de www.Caravaggio.org
En mayo de 1606 Caravaggio fue acusado de asesinato y huyó de Roma a tierras lejanas (Nápoles, Sicilia, Malta) para escapar del precio que se había puesto a su cabeza. Su autorretrato como la cabeza cortada de Goliat, sostenida por David, su verdugo, fue enviado a la corte papal en 1610 como una especie de petición de perdón pintada. De hecho, el perdón fue concedido, pero no llegó a Caravaggio antes de que muriera en Porto Ercole.
En su David con la cabeza de Goliat, Caravaggio rinde homenaje a las rápidas pinceladas que Tiziano adopta en sus obras posteriores y rodea el rostro del joven con una especie de halo luminoso que resalta de los tintes oscuros y terrosos que rodean la figura. A diferencia del David de Miguel Ángel, en el que éste retrata al joven en la fase inmediatamente anterior a la batalla. En la obra de Caravaggio, David adopta la pose tradicional de las alegorías de la Justicia, con la espada en la mano derecha, pero con la balanza en lugar de la cabeza en la izquierda. La relación con Cristo, que es el juez definitivo además de salvador, es evidente. David puede apenarse, pero incluso en su compasión soporta con firmeza el peso de la impartición de justicia. La representación sardónica de Caravaggio como Goliat es desesperante. Es un retrato desgarrador, con sangre a raudales, la frente magullada y los ojos desorbitados, la chispa de vida persistente en el ojo izquierdo apagada en el derecho apagado, desenfocado, sin vista y sin vida. El contraste de esta imagen con el vigor de la juventud de David es entre la muerte y la vida, no sólo del cuerpo sino también del alma. Caravaggio se ha retratado a sí mismo como condenado. Pero sus escapadas criminales y la irregularidad sexual insinuada en sus primeros cuadros eran demasiado banales para haber inspirado por sí mismas una imagen tan aleccionadora.