Cayo Mario

Elección al cargo de cónsul

El mando en la guerra contra Jugurtha (que ahora era rey númida) fue otorgado a Quinto Metelo, y Marius fue invitado a unirse al personal de Metelo. Después de derrotar a Jugurtha en la batalla campal, Metelo tuvo menos éxito en la guerra de guerrillas posterior, y este fracaso fue exagerado por Marius en sus declaraciones públicas cuando a finales del 108 volvió a Roma para buscar el consulado (magistratura principal). Mario fue elegido en la votación ecuestre y popular y, para amargo disgusto de Metelo, nombrado por una ley popular para suceder a Metelo de inmediato en el mando africano.

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Al reclutar nuevas tropas, Marius rompió con la costumbre, debido a la escasez de mano de obra, al enrolar a voluntarios de fuera de las clases propietarias, que anteriormente eran las únicas que podían prestar servicio. En África mantuvo a Jugurtha en fuga, y en 105 Jugurtha fue capturado, traicionado por su aliado, el rey Bocco de Mauretania, no al propio Mario, sino a Sula, considerado un joven aristócrata de mala reputación, que se había unido al personal de Mario como cuestor en 107. Sulla hizo grabar el incidente en su sello, provocando los celos de Marius.

La victoria, sin embargo, fue de Marius, y fue elegido cónsul de nuevo para el 104 -a principios de ese año celebró un triunfo y Jugurtha fue ejecutado- para tomar el mando contra una alarmante invasión de los cimbrios y teutones, que habían derrotado a una sucesión de ejércitos romanos en el norte, el último en circunstancias vergonzosas en el 105. Para esta guerra, Mario utilizó tropas frescas reclutadas por Rutilio Rufo, cónsul en el 105, y excelentemente entrenadas en tácticas de comando por instructores de gladiadores. Con ellos, Mario derrotó a los teutones en Aquae Sextiae (la actual Aix-en-Provence, Francia) en el 102 y en el 101 acudió en apoyo del cónsul del 102, Quinto Lutacio Catulo, que había sufrido un grave revés; juntos derrotaron a los cimbrios en la Vercellae, cerca de la actual Rovigo en el valle del río Po, y el peligro se acabó. Esta fue la cúspide del éxito de Mario. Había sido cónsul todos los años desde el 104, y fue elegido de nuevo el año 100. Con Catulo celebró un triunfo conjunto, pero ya había mal rollo entre ellos. Mario se atribuyó todo el mérito de la victoria; Catulo y Sula ofrecieron relatos muy diferentes del acontecimiento en sus memorias.

Mario siempre había tenido apoyo ecuestre, no sólo porque sus orígenes pertenecían a esa clase, sino también porque las guerras eran malas para el comercio, y Mario había puesto fin a las guerras graves. El pueblo romano le apreciaba porque no era un aristócrata. Además, contaba con el apoyo de sus veteranos, ya que les interesaba seguir de cerca a su general. Quizá Marius no se dio cuenta de la potencia de su fuerza, una fuerza que Sula, César y Octavio emplearon con un efecto abrumador más adelante.

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