Consenso de Washington

Consenso de Washington, un conjunto de recomendaciones de política económica para los países en desarrollo, y América Latina en particular, que se hizo popular durante la década de 1980. El término Consenso de Washington suele referirse al nivel de acuerdo entre el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y el Departamento del Tesoro de Estados Unidos sobre esas recomendaciones de política. Todos compartían la opinión, típicamente etiquetada como neoliberal, de que el funcionamiento del libre mercado y la reducción de la participación del Estado eran cruciales para el desarrollo en el Sur global.

Con el inicio de una crisis de la deuda en el mundo en desarrollo durante los primeros años de la década de 1980, las principales potencias occidentales, y Estados Unidos en particular, decidieron que tanto el Banco Mundial como el FMI debían desempeñar un papel importante en la gestión de esa deuda y en la política de desarrollo global en general. Cuando el economista británico John Williamson, que posteriormente trabajó para el Banco Mundial, utilizó por primera vez el término Consenso de Washington en 1989, afirmó que en realidad se refería a una lista de reformas que, en su opinión, los principales actores de Washington podían acordar que eran necesarias en América Latina. Sin embargo, para su desgracia, el término se utilizó posteriormente de forma peyorativa para describir la creciente armonización de las políticas recomendadas por esas instituciones. A menudo se refiere a la creencia dogmática de que los países en desarrollo deben adoptar estrategias de desarrollo basadas en el mercado que darán lugar a un crecimiento económico que se «filtrará» en beneficio de todos.

El Banco Mundial y el FMI fueron capaces de promover esa visión en todo el mundo en desarrollo adjuntando condiciones políticas, conocidas como programas de estabilización y ajuste estructural, a los préstamos que concedían. En términos muy generales, el Consenso de Washington reflejaba el conjunto de políticas que se convirtieron en su paquete estándar de asesoramiento adjunto a los préstamos. El primer elemento era un conjunto de políticas diseñadas para crear estabilidad económica mediante el control de la inflación y la reducción de los déficits presupuestarios de los gobiernos. Muchos países en desarrollo, especialmente en América Latina, habían sufrido hiperinflación durante la década de 1980. Por lo tanto, se recomendó un enfoque monetarista, según el cual se reduciría el gasto público y se aumentarían los tipos de interés para reducir la oferta monetaria. La segunda etapa fue la reforma de las políticas comerciales y cambiarias para que el país pudiera integrarse en la economía mundial. Esto implicaba la eliminación de las restricciones estatales a las importaciones y exportaciones y a menudo incluía la devaluación de la moneda. La etapa final consistía en permitir que las fuerzas del mercado actuaran libremente eliminando las subvenciones y los controles estatales y emprendiendo un programa de privatización.

A finales de la década de los noventa quedó claro que los resultados del Consenso de Washington distaban mucho de ser óptimos. Las crecientes críticas condujeron a un cambio de enfoque que desplazó la atención de la visión del desarrollo como simple crecimiento económico hacia la reducción de la pobreza y la necesidad de participación tanto de los gobiernos de los países en desarrollo como de la sociedad civil. Ese cambio de dirección se conoció como el Consenso post-Washington.

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