El término «Criminalística» viene de la palabra latina «crimen» (=cargo, delito). Coloquialmente, este término suele utilizarse erróneamente en el mismo sentido que criminología. La criminalística se ocupa de los métodos para combatir a los delincuentes con el uso de medios preventivos (preventivos) y medidas de persecución (represivas). Mientras que la criminología es el estudio del delito en sí.
El objetivo de la criminalística es la búsqueda de pruebas forenses y la supresión de actividades delictivas. Al igual que la criminalística, la criminalística se convirtió en una disciplina independiente a mediados del siglo XIX. Se divide en varias subdisciplinas, como la ciencia forense o la estrategia criminal.
Antes de principios del siglo XIX, los rastros en la escena del crimen tenían poca importancia. Se confiaba en las declaraciones de los testigos o de los acusados, que eran torturados o acosados para que confesaran. Los métodos para la investigación de un crimen o los posibles castigos siempre dependían de las visiones del mundo y de las circunstancias generales imperantes. Los nuevos avances en los campos de la fotografía y la medicina contribuyeron al desarrollo de la investigación de los crímenes.
Por ejemplo, un destacado criminólogo y antropólogo llamado Alphonse Bertillon mostró once características físicas con el fin de crear una comparación para la identificación de una persona. Sin embargo, el método de Bertillon era demasiado defectuoso y laborioso para imponerse fuera de Francia. No obstante, se le considera el fundador de la ciencia forense. A finales del siglo XIX, el científico británico Francis Galton desarrolló la dactiloscopia (datos dactiloscópicos) como base para la identificación de delincuentes. En comparación con el enfoque de Bertillon, un único rasgo corporal no cambiante, la huella dactilar, era suficiente para identificar a los autores.
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