El dinero es importante, pero ¿cuánto necesitas?

El dinero no lo es todo, pero el dinero es algo muy importante. Más allá de las necesidades básicas, el dinero nos ayuda a conseguir los objetivos y apoyos de nuestra vida, las cosas que más nos importan: la familia, la educación, la sanidad, la caridad, la aventura y la diversión. Nos ayuda a conseguir algunos de los intangibles de la vida: la libertad o la independencia, la oportunidad de aprovechar al máximo nuestras habilidades y talentos, la capacidad de elegir nuestro propio rumbo en la vida, la seguridad financiera. Con el dinero se puede hacer mucho bien y evitar o eliminar mucho sufrimiento innecesario.

Pero el dinero también tiene sus propias limitaciones. Puede darnos el tiempo para apreciar más plenamente las cosas sencillas de la vida, pero no el espíritu de inocencia y asombro necesario para hacerlo. El dinero puede darnos el tiempo para desarrollar nuestros dones y talentos, pero no el valor y la disciplina para hacerlo.

El dinero puede darnos el poder para marcar la diferencia en la vida de los demás, pero no el deseo de hacerlo. Puede darnos el tiempo para desarrollar y nutrir nuestras relaciones, pero no el amor y el cuidado necesarios para hacerlo. También puede convertirnos en personas hastiadas, evasivas, egoístas y solitarias. ¿Cuánto necesitas? ¿Cuánto te va a costar conseguirlo? Tener en cuenta estas dos preguntas es lo que nos da un verdadero sentido de la relación del dinero con la felicidad. Si tenemos menos de lo que necesitamos, o si lo que tenemos nos cuesta demasiado, nunca podremos ser felices. Necesitamos dinero para comer, dormir, vestir, trabajar, jugar, relacionarnos, curarnos, movernos y disfrutar de comodidades. Deberíamos recordar, a la hora de elegir nuestro estilo, que éste tiene un precio.

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La evidencia de la pobreza psicológica y espiritual de los ricos y famosos llena nuestros periódicos, revistas, tabloides y programas de televisión y casi no hace falta repetirla aquí. «Siempre pensamos que si tuviéramos un poco más de dinero, seríamos más felices», dice Catherine Sanderson, profesora de psicología del Amherst College, «pero cuando lo conseguimos, no lo somos». «Una vez que se satisfacen las necesidades humanas básicas, mucho más dinero no produce mucha más felicidad», señala Dan Gilbert, profesor de psicología de la Universidad de Harvard y autor del nuevo libro Stumbling on Happiness.

Sí, al principio nos emocionan las cosas caras. Pero pronto nos acostumbramos a ellas, un estado de funcionamiento que los economistas llaman la «cinta hedónica». El problema no es el dinero, sino nosotros. Por razones psicológicas muy arraigadas, cuando se trata de gastar dinero, tendemos a valorar los bienes por encima de las experiencias.

El dinero puede ayudarnos a encontrar más felicidad, siempre que sepamos lo que podemos y no podemos esperar de él. Muchas investigaciones sugieren que buscar la buena vida en una tienda es un costoso ejercicio de inutilidad. El dinero puede comprarnos algo de felicidad, pero sólo si lo gastamos adecuadamente. Deberíamos comprar recuerdos.

La cantidad de dinero que cuesta no es la cuestión, sino que lo importante es cuánto nos cuesta el dinero. El dinero no debe costarnos el alma, las relaciones, la dignidad, la salud, la inteligencia y la alegría en las cosas sencillas de la vida. Las personas que descubren lo que realmente valoran y luego alinean su dinero con esos valores tienen la mayor sensación de bienestar financiero y personal.

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