Un efecto secundario a largo plazo de la radioterapia en pacientes con cáncer es la fibrosis inducida por la radiación, más comúnmente conocida como síndrome de fibrosis por radiación (RFS). El RFS puede manifestarse en varios tejidos, como el pulmón, la piel, el tracto gastrointestinal, los músculos y muchos otros tejidos, dependiendo del tratamiento. Los síntomas de esta enfermedad pueden empezar a aparecer semanas o meses después del tratamiento y la gravedad de la enfermedad generalmente se correlaciona con el aumento y la prolongación de las dosis de radiación dirigida. Las características generales de esta enfermedad incluyen la presencia de células inflamatorias infiltradas en el tejido, la diferenciación de los fibroblastos en miofibroblastos y la producción excesiva de componentes de la matriz extracelular, incluido el colágeno. Al igual que en otras formas de fibrosis, el TGFβ desempeña un papel fundamental en este proceso y provoca un aumento de los niveles de factores de crecimiento y mediadores proinflamatorios. Aunque esto puede representar un objetivo interesante para el desarrollo de fármacos, también hay que tener en cuenta muchos otros factores, ya que la fibrosis por radiación es una enfermedad compleja. La radiación puede inducir lesiones directas e indirectas en el tejido objetivo. La radiación provoca una producción excesiva de especies reactivas de oxígeno (ERO) y especies reactivas de nitrógeno (ERN), lo que a su vez conduce a la muerte de las células vasculares y del parénquima y al daño tisular. La radiación también provoca el aumento de una serie de citocinas y quimiocinas proinflamatorias. El aumento de la inflamación que se produce después de la radiación también impulsa el reclutamiento de células derivadas de la médula ósea al lugar de la lesión, incluidas las células madre mesenquimales, las células progenitoras endoteliales y las células mielomonocíticas, todas las cuales pueden desempeñar un papel en la progresión de la fibrosis.
Numerosos tejidos se ven afectados por la radioterapia. La piel se ve afectada con frecuencia, con fases agudas y crónicas de lesión cutánea. Los efectos tempranos de la radiación en la piel incluyen el aumento del eritema, la descamación y posiblemente la ulceración. Los efectos posteriores incluyen fibrosis dérmica, atrofia de las glándulas sebáceas y sudoríparas, pérdida de cabello y telangiectasia. El tracto gastrointestinal (GI) también suele verse afectado por la radiación. Los síntomas de los pacientes con daños gastrointestinales incluyen dolor, pérdida de sangre, diarrea, incontinencia fecal y cambios en los movimientos intestinales. Además, el tejido pulmonar suele resultar dañado tras la radioterapia. De forma aguda, los pacientes pueden desarrollar neumonitis, aunque la fibrosis crónica, que a menudo provoca disfunción respiratoria y disminución de la calidad de vida, acompaña a la radioterapia meses o años después de los tratamientos iniciales.
Aunque existen muchos tratamientos para tratar los síntomas de esta enfermedad, existe una necesidad real de desarrollar fármacos que puedan prevenir la formación de fibrosis o tratar la enfermedad en pacientes con RFS.