Geografía política

Los orígenes de la geografía política se encuentran en los orígenes de la propia geografía humana, y los primeros practicantes se preocupaban principalmente por las consecuencias militares y políticas de las relaciones entre la geografía física, los territorios estatales y el poder del Estado. En particular, existía una estrecha asociación tanto con la geografía regional, que se centraba en las características únicas de las regiones, como con el determinismo medioambiental, que hacía hincapié en la influencia del entorno físico en las actividades humanas. Esta asociación encontró su expresión en la obra del geógrafo alemán Friedrich Ratzel, quien en 1897, en su libro Politische Geographie, desarrolló el concepto de Lebensraum (espacio vital), que vinculaba explícitamente el crecimiento cultural de una nación con la expansión territorial, y que posteriormente se utilizó para legitimar académicamente la expansión imperialista del Tercer Reich alemán en la década de 1930.

El geógrafo británico Halford Mackinder también estaba muy influenciado por el determinismo ambiental y al desarrollar su concepto del «pivote geográfico de la historia» o la Teoría del Corazón (en 1904) argumentó que la era del poder marítimo estaba llegando a su fin y que las potencias terrestres estaban en ascenso y, en particular, que quien controlara el corazón de «Euro-Asia» controlaría el mundo. Esta teoría implicaba conceptos diametralmente opuestos a las ideas de Alfred Thayer Mahan sobre la importancia del poder marítimo en los conflictos mundiales. La teoría del heartland planteaba la posibilidad de que se creara un enorme imperio que no necesitara utilizar el transporte costero o transoceánico para abastecer su complejo militar-industrial, y que este imperio no pudiera ser derrotado por el resto del mundo aliado contra él. Esta perspectiva resultó influyente durante todo el periodo de la Guerra Fría, y sirvió de base al pensamiento militar sobre la creación de estados tapón entre el Este y el Oeste en Europa central.

La teoría del heartland describía un mundo dividido en un Heartland (Europa del Este/Rusia Occidental); World Island (Eurasia y África); Peripheral Islands (Islas Británicas, Japón, Indonesia y Australia) y New World (Las Américas). Mackinder sostenía que quien controlara el Heartland tendría el control del mundo. Utilizó estas ideas para influir políticamente en acontecimientos como el Tratado de Versalles, en el que se crearon estados tapón entre la URSS y Alemania, para evitar que cualquiera de ellos controlara el Heartland. Al mismo tiempo, Ratzel creaba una teoría de los estados basada en los conceptos de Lebensraum y Darwinismo Social. Sostenía que los Estados eran análogos a «organismos» que necesitaban un espacio suficiente para vivir. Ambos autores crearon la idea de una ciencia política y geográfica, con una visión objetiva del mundo. Antes de la Segunda Guerra Mundial, la geografía política se ocupaba en gran medida de estas cuestiones de las luchas de poder a nivel mundial y de la influencia en la política de los Estados, y las teorías anteriores fueron asumidas por geopolíticos alemanes (véase Geopolitik) como Karl Haushofer, quien -quizá sin quererlo- influyó en gran medida en la teoría política nazi, que era una forma de política que se consideraba legitimada por dichas teorías «científicas».

La estrecha asociación con el determinismo medioambiental y la congelación de las fronteras políticas durante la Guerra Fría condujeron a un significativo declive de la importancia percibida de la geografía política, que fue descrita por Brian Berry en 1968 como un «remanso moribundo». Aunque en ese momento en la mayoría de las otras áreas de la geografía humana los nuevos enfoques, incluyendo la ciencia espacial cuantitativa, los estudios de comportamiento y el marxismo estructural, estaban vigorizando la investigación académica, éstos fueron ignorados en gran medida por los geógrafos políticos, cuyo principal punto de referencia seguía siendo el enfoque regional. Como resultado, la mayoría de los textos de geografía política producidos durante este periodo eran descriptivos, y no fue hasta 1976 cuando Richard Muir pudo argumentar que la geografía política ya no era un pato muerto, sino que podía ser un ave fénix.

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