El tranquilo doctor Crippen se trasladó al Reino Unido y trabajó como médico homeópata en Londres. Su extravagante y coqueta esposa Cora -también conocida por su nombre artístico, Belle Elmore- era una cantante de music-hall con dificultades. En enero de 1910, Cora desapareció en circunstancias misteriosas tras una cena en casa de la pareja. Crippen comunicó a los amigos de Cora que ésta había regresado a Estados Unidos para visitar a unos parientes y, poco después, que había enfermado y fallecido. A continuación, invitó al escándalo al pedir a su secretaria y amante, Ethel Le Neve, que se fuera a vivir con él. Los amigos comenzaron a sospechar y pidieron a la policía que investigara. Crippen les dijo que Cora le había dejado por otro hombre y que había mentido a sus amigos para salvar la cara. Cuando los inspectores volvieron unos días después para hacer más preguntas, descubrieron que Crippen y Ethel habían huido. Un minucioso registro de la casa de Crippen dio como resultado el espeluznante descubrimiento de partes del cuerpo bajo el sótano.
Según el informe policial, la víctima había sido envenenada y luego fileteada. El horrible asesinato, que tanto recuerda a los ataques de Jack el Destripador sólo dos décadas antes, se convirtió rápidamente en noticia. La mirada de los medios de comunicación y el estrecho escrutinio del gobierno pusieron a Scotland Yard bajo una intensa presión para atrapar a Crippen y resolver el crimen. Incluso un joven Winston Churchill, entonces ministro del Interior británico, seguía de cerca la investigación. Crippen y Le Neve intentaron huir a Canadá, pero fueron detenidos después de que el capitán de su barco utilizara una nueva tecnología -el aparato inalámbrico Marconi- para alertar a las autoridades de su paradero. El caso de alto perfil que siguió incluyó pijamas incriminatorios, un raro veneno que se sabía que Crippen poseía, y un vistoso patólogo con un clavel rojo que convenció al jurado de que las marcas en las muestras de piel demostraban que eran de Cora.
«El caso Crippen fue el caso O.J. Simpson de 1910», dijo el toxicólogo forense John Trestrail, uno de los investigadores clave que revisaron el caso Crippen. «No creo que ningún asesinato en la historia haya tenido tanta repercusión en los periódicos. Se leía en todo el mundo».
Trestrail, experto en venenos, estaba preocupado por sus pruebas circunstanciales. Nunca había oído hablar de un caso de envenenamiento en el que el autor hubiera desmembrado a su víctima: los envenenadores solían hacer todo lo posible para que la muerte pareciera un accidente. E incluso si Crippen hubiera cometido ambos actos, ¿por qué se habría deshecho de gran parte del cuerpo para luego dejar sólo algunos trozos incriminatorios? Sus preguntas condujeron a un cuidadoso análisis de los expedientes judiciales y a nuevas pruebas forenses sobre las evidencias físicas que aún permanecen en la escena del crimen. Trestrail viajó entre Estados Unidos e Inglaterra para reconstruir los detalles del infame crimen, trabajando estrechamente con el experto en ADN Foran y el genealogista Wills en cada paso del camino.
El equipo del Dr. Foran, trabajando en su laboratorio de biología forense en la Universidad Estatal de Michigan, comparó el ADN del tejido de 100 años de antigüedad con el ADN moderno de los parientes de Cora que Wills ha logrado rastrear. Esperando confirmar que el cuerpo era de Cora, el equipo descubrió que el ADN no coincidía y, lo que es aún más sorprendente, que las partes del cuerpo ni siquiera eran de una mujer, sino de una víctima masculina.
Con pruebas convincentes de que el cuerpo no pertenecía a Cora, Trestrail comenzó a profundizar en los archivos policiales y judiciales, desentrañando lentamente una serie de documentos suprimidos. Entre las pruebas señaladas se encuentra una carta de Cora a Crippen, en la que afirma que está viviendo en América y que no tiene planes de salvarle de la ejecución. La carta fue considerada un engaño por los investigadores, pero nunca fue mostrada a Crippen ni a sus abogados. Con todos los nuevos descubrimientos, James Patrick Crippen, el pariente masculino vivo más cercano de Crippen, está solicitando formalmente que el gobierno británico perdone al médico y devuelva sus huesos a América.
Antes de ser ejecutado, Crippen escribió una carta inquietantemente profética a Ethel Le Neve. En ella, decía: «Cara a cara con Dios, creo que los hechos se presentarán para demostrar mi inocencia». La ciencia forense moderna ha cumplido su profecía.