Hedonismo

Las escuelas clásicas del hedonismoEditar

Las dos escuelas clásicas del hedonismo, formuladas en la Antigua Grecia, son la escuela cirenaica y el epicureísmo.

Escuela cirenaicaEditar

Aristipo de Cirene, discípulo de Sócrates y fundador de la escuela cirenaica de filosofía fue uno de los máximos representantes del hedonismo. Él consideraba el placer como principal objetivo, es decir, como fin que al ser alcanzado rápidamente es posible llegar a la felicidad. Resalta más el placer del cuerpo sobre los placeres mentales.

La escuela cirenaica, fundada entre los siglos IV y III a. C., plantea que el placer es elegible por uno mismo, caso contrario de la felicidad que no es más que el conjunto de los distintos placeres. El placer es guiado por la prudencia pues es el hombre quien debe dominar al placer y no dejarse dominar por él. Tanta prioridad se le otorga al placer, que sobrepone la realización de los deseos personales para satisfacerse de manera inmediata ignorando los intereses de los demás incluso si esto implicara actos inmorales. Su interés por el placer presente invita a preocuparse por el hoy, ya que el futuro es incierto. (Primero mis dientes, luego mis parientes).

Fue una de las más antiguas escuelas socráticas y enfatizaba solo un lado de las enseñanzas de Sócrates. Con base en la afirmación de Sócrates de que la felicidad es uno de los fines de la acción moral, Aristipo mantenía que el placer era el bien superior. Decía que las gratificaciones corpóreas, que consideraba intensas, eran preferibles a las mentales. Los cirenaicos también negaban que se pospusiera la gratificación inmediata por la ganancia a largo plazo. En este respecto difieren de los epicúreos.

EpicureísmoEditar

Epícuro de Samos, cuyo objetivo en la filosofía era evitar el sufrimiento procurando la felicidad, por lo tanto, el objetivo principal para el ser humano debía ser el alcance de la felicidad priorizando la satisfacción obtenida por los deseos para subsistir y moderando aquellos que son naturales, pero no vitales.

El epicureísmo, movimiento fundado hacia el 300 a. C., plantea que la felicidad consiste en vivir continuamente bajo la satisfacción del placer que no excita los sentidos, sino al que se refiere a la ausencia del dolor o de cualquier tipo de aflicción; más que buscar un placer inmediato busca aquel que requiere del uso de la razón, es decir, el que valora las consecuencias sobre las acciones y otorga placer a largo plazo. El placer se encuentra asociado con la tranquilidad, por lo que está relacionado con la ataraxia, o la capacidad de controlarse uno mismo y aceptar los problemas naturales fuera de nuestro control, como lo es la muerte.

El epicureísmo identificaba el placer con la tranquilidad y enfatizaba la reducción del deseo sobre la adquisición inmediata del placer. En esta forma, el epicureísmo escapa a la objeción precedente: mientras el placer y el bien mayor son de hecho lo mismo, Epicuro argumentaba que el placer más alto consiste en una vida simple, moderada, complementada con discusiones filosóficas entre amigos. Enfatizaba que no era bueno hacer algo que a uno le haga sentir bien si después de experimentarlo denigraría las experiencias posteriores y no le permitiría sentirse bien. Así mismo, afirmaba que a veces por tener placeres momentáneos intensos se sacrifica el bienestar posterior. Epicuro entendía por placer la ausencia de dolor.

Cuando decimos que el placer es el bien supremo de la vida, no entendemos los placeres de los disolutos y los placeres sensuales, como creen algunos que desconocen o no aceptan o interpretan mal nuestra doctrina, sino el no tener dolor en el cuerpo ni turbación en el alma.

Epícuro. Carta a Meneceo.

Existen escritos de Epicuro y de sus seguidores que nos muestran sus doctrinas: entre los deseos, algunos son naturales y necesarios y otros ni lo uno ni lo otro, solo consagrados a la opinión vana. La disposición que tengamos hacia cada uno de estos casos determina nuestra aptitud para ser felices o no.

  • Dentro de los deseos naturales y necesarios encontramos las necesidades básicas físicas, como alimentarse, calmar la sed, abrigarse y el sentido de seguridad.
  • Dentro de los deseos naturales e innecesarios están la conversación amena, la gratificación sexual y las artes.
  • Dentro de los deseos innaturales e innecesarios están la fama, el poder político, el prestigio y los generados por las empresas.

Epicuro formuló algunas recomendaciones con respecto a estas categorías:

  • Debemos satisfacer los deseos naturales necesarios de la forma más económica posible.
  • Podemos perseguir los deseos naturales innecesarios hasta la satisfacción de nuestro corazón, no refiriéndose a uno mismo, sino de tratar de llevar el egoísmo al placer de otra persona.
  • No debemos arriesgar la salud, la amistad o la economía en la búsqueda de satisfacer un deseo innecesario, pues esto solo conduce a un sufrimiento futuro.
  • Hay que evitar por completo los deseos innaturales e innecesarios, pues el placer o satisfacción que producen es efímero.

La filosofía epicúrea ganó un gran número de adeptos. Fue una importante escuela de pensamiento que perduró durante siete siglos después de la muerte de su creador. Hacia la Edad Media decayó y fueron destruidos muchos de sus escritos. Sin embargo, hoy existen remanentes de esta doctrina que han sido compilados y difundidos por el mundo.

Puntos en comúnEditar

Las dos escuelas convergen en su repudio por la superstición y la religión y sus bases en la conducta y el juicio mediante la experiencia y la razón. Así anticipan las posiciones del humanismo e iluminismo posteriores.

LibertinajeEditar

Artículo principal: Libertinismo

Una forma extrema de hedonismo que considera la restricción moral y sexual como innecesaria o perjudicial. Los defensores famosos son el Marqués de Sade y John Wilmot.

UtilitarismoEditar

En los siglos XVIII y XIX, los filósofos británicos Jeremy Bentham, James Mill y John Stuart Mill hicieron la propuesta de una doctrina universal más conocida como utilitarismo. Según esta teoría, el comportamiento humano debe tener como criterio final el bien social. Hay que guiarse moralmente buscando todo aquello que proporciona y favorece el bienestar de un mayor número de personas.

Véase también: Ética de la población

Hedonismo contemporáneoEditar

Dentro de la filosofía contemporánea se destaca la figura de Michel Onfray como abierto proponente del hedonismo, quien manifiesta en una entrevista que «se cree que el hedonista es aquel que hace el elogio de la propiedad, de la riqueza, del tener, que es un consumidor. Eso es un hedonismo vulgar que propicia la sociedad. Yo propongo un hedonismo filosófico que es en gran medida lo contrario, del ser en vez del tener, que no pasa por el dinero, pero sí por una modificación del comportamiento. Lograr una presencia real en el mundo, y disfrutar jubilosamente de la existencia: oler mejor, gustar, escuchar mejor, no estar enojado con el cuerpo y considerar las pasiones y pulsiones como amigas y no como adversarias».

Otra figura destacable en defensa de este planteamiento hedonista es la escritora Valérie Tasso. Su libro Antimanual de sexo intenta abordar desde esta perspectiva el fenómeno de la sexualidad humana con declaraciones como la siguiente: «El hedonismo es una actitud ante la vida. Es una filosofía vital que prima al instante sobre el devenir, que reivindica la valentía sobre el miedo, que respeta la materialidad y cuestiona el espíritu, que gestiona lo que sucede sin despreciarse por lo que nunca sucedió, que aprecia la lógica de la vida y cuestiona la lógica de la muerte, que sabe que lo suficiente es suficiente, que busca el placer donde está, no donde se busca, que hace de su cuerpo su aliado y no su prisión, que desea sin que lo esclavice su deseo, que emplea su tiempo más que su dinero El hedonista ejerce el difícil arte de establecer la paz consigo mismo».

El filósofo transhumanista David Pearce cree y promueve la idea de que existe un fuerte imperativo ético para que los humanos trabajen hacia la abolición del sufrimiento en toda la vida sensible. Su manifiesto The Hedonistic Imperative describe cómo las tecnologías como la ingeniería genética, la nanotecnología, la farmacología y la neurocirugía podrían converger para eliminar todas las formas de experiencias desagradables entre los animales humanos y no humanos, reemplazando el sufrimiento con gradientes de bienestar, un proyecto al que se refiere como «ingeniería del paraíso».

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