La experiencia también reordenó las prioridades de su marido. «Jim me decía una y otra vez que lo único que importaba era que me mejorara», dice Jeannie. Pero ella tenía una preocupación adicional: había tanta presión sobre sus hombros que «decididamente no tenía gracia». Se sentía culpable, preocupada de que su tumor cerebral y la necesidad de Jim de asumir más cosas pudieran cambiarle permanentemente de forma negativa.
«Jim ama su carrera, y parte de la razón por la que nuestro matrimonio y nuestra familia funcionan es que es capaz de subirse a un escenario y hacer reír a la gente. Esa es literalmente su terapia», dice Jeannie.
Los ojos de Jim se abrieron al silencioso ejército de personas que atienden a sus seres queridos cada día. «Yo era un cuidador enormemente imperfecto», dice. «No es un papel fácil, secretario social, criado, cocinero, enfermero… pero sinceramente fue un privilegio. Me hizo darme cuenta de cuánta gente se esfuerza en silencio y cuán pocos comparten sus miedos absolutos o cómo se mantienen cuerdos. Me preocupaba constantemente cómo saldría del otro lado, si es que alguna vez volvía.»
¿Cómo cambió la experiencia a Jim? «Gané en perspicacia y compasión. Soy un empollón que se interesa por las diferentes culturas y experiencias, pero el papel de cuidador hace que la gente sea más humana. Estar obligado a desempeñar otro papel me devolvió y me centró en el hogar».
Después del tumor, Jeannie ha encontrado formas de cultivar la generosidad que le mostró la comunidad. Realizar ambiciosos proyectos de servicio con los niños formaba parte de su «pacto con Dios» antes incluso de poder caminar. Estaba decidida a que sus hijos se mantuvieran cerca de la importancia de retribuir. Fundó la Imagine Society, una organización sin ánimo de lucro que pone en contacto proyectos de servicio dirigidos por jóvenes.
«Estoy agradecida por esta nueva perspectiva», dice Jeannie, que goza de buena salud y ha vuelto a su ajetreada vida, que ahora incluye frecuentes revisiones médicas. «Si la fruta de la pera es realmente una metáfora de la vida, mi antigua vida era una pera dura como una roca que se cortaba bien con bonitos ángulos afilados, pero le faltaba sabor. Ahora es una pera deforme y demasiado madura que se deshace bajo el cuchillo. Pero el zumo es lo más dulce que jamás hayas probado».
¿Cuál es su mejor consejo para todos aquellos a los que se les ha lanzado una bola curva en forma de pera?
- Pasa más tiempo de calidad con tus seres queridos.
- Distribuye la bondad.
- Ejecuta los números 1 y 2 sin que te salga un tumor cerebral.
Y en una acertada metáfora de cómo la vida ha vuelto a la normalidad en el hogar de los Gaffigan, Jeannie describe la costumbre de Jim de desechar sus calcetines por todas partes: «Incluso ahora, cuando me arrastro literalmente bajo su escritorio para recoger sus calcetines, empiezo a enfadarme y entonces recuerdo lo que hizo por mí. Todos los matrimonios deberían sufrir un cambio, pero no con la parte del tumor cerebral».