Las epidemias, por su propia naturaleza, van y vienen. Las dramáticas series del siglo XVI Los Tudor y Wolf Hall han renovado el interés por la desaparecida «enfermedad del sudor inglesa», una oscura pero mortal enfermedad cuyos orígenes aún se debaten. En nuestra propia era de enfermedades y epidemias de rápida aparición (Nilo Occidental, SARS, Ébola, Zika, etc.) el estudio histórico de tales brotes no es sólo un ejercicio académico. Al fin y al cabo, no se puede decir que esa antigua enfermedad haya sido vencida para siempre.
Hubo cinco epidemias inglesas de sudor anglicus, como se conocía en latín, entre 1485 y 1551. Fueron brotes veraniegos con una alta mortalidad; la gente moría a las pocas horas de ser atacada. Paul R. Hunter detalla lo que se sabe de las características clínicas de la enfermedad y su posible patogénesis. Se inclina por un enterovirus, pero su «agente causal exacto sigue siendo desconocido». Estudios más recientes citados por John F. Flood sugieren un hantavirus con una conexión roedor-humano. El clima puede haber desempeñado un papel: las primaveras inusualmente cálidas y húmedas pueden significar una gran cantidad de huéspedes mamíferos para tales virus.
Como señala Flood, hubo algunos supervivientes famosos, como el cardenal Wolsey, Erasmo (en una visita a Londres) y Ana Bolena. Una característica notable de la enfermedad fue que los hogares reales y las instituciones académicas -los ricos, los jóvenes y los fuertes- se vieron muy afectados. Un nombre vernáculo para la enfermedad era «stopgallant» porque detenía a muchos jóvenes galanes. Incluso duques, obispos y alcaldes se vieron afectados. Los monasterios eran especialmente vulnerables, aunque en el brote de 1551 esto ya no era así porque los monasterios habían sido disueltos para entonces. Hunter sugiere que los pobres podían tener un arma secreta: expuestos a más enfermedades desde la infancia que los acomodados, los pobres que lograban sobrevivir a la infancia tenían sistemas inmunológicos más fuertes.
Flood también explora el miedo que la enfermedad despertó en el continente cuando asoló los estados alemanes, llegando a Suiza y hasta Rusia en 1529. Flood destaca esta notable diferencia entre los médicos ingleses y alemanes: en Inglaterra no se publicó nada sobre la enfermedad hasta 1552, mientras que en Alemania se publicaron numerosas advertencias, curas y discusiones sobre ella en medio de la epidemia de 1529. Esto lo atribuye a la Reforma. Desde hacía ya más de una década, un «comercio de libros bien establecido estaba plenamente acostumbrado a tratar los temas candentes de la época»
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La información sigue siendo una de las armas más importantes en la batalla contra las epidemias. Conocer la historia de los brotes pasados nos ayuda a armarnos contra los futuros. Dado que la ciencia nunca llegó a precisar la causa de esta epidemia, como señala Flood, «aunque la enfermedad no se haya visto en Inglaterra durante tanto tiempo, no se puede decir que no vaya a volver».