1. Clemente, en efecto, cuyas palabras acabamos de citar, después de los hechos mencionados da cuenta, a cuenta de los que rechazaban el matrimonio, de los apóstoles que tenían esposas. «¿O acaso», dice, «rechazan incluso a los apóstoles? Porque Pedro y Felipe engendraron hijos; y Felipe también dio a sus hijas en matrimonio. Y Pablo no vacila, en una de sus epístolas, en saludar a su esposa, a la que no llevó consigo, para no tener inconvenientes en su ministerio».
2. Y ya que hemos mencionado este tema, no es impropio adjuntar otro relato que da el mismo autor y que vale la pena leer. En el libro séptimo de sus Stromata escribe lo siguiente: «Dicen, por tanto, que cuando el bienaventurado Pedro vio que su propia esposa era conducida a la muerte, se alegró por su citación y por su regreso a casa, y la llamó de forma muy alentadora y consoladora, dirigiéndose a ella por su nombre y diciendo: «Oh, tú, acuérdate del Señor». Tal era el matrimonio de los bienaventurados, y su perfecta disposición hacia los más queridos». Siendo este relato acorde con el tema que nos ocupa, lo he relatado aquí en su debido lugar.
Notas a pie de página:
Entre la cita que acaba de dar Eusebio y la que le sigue hay un capítulo. En él Clemente se había referido a dos clases de herejes, -sin dar sus nombres-, una de las cuales fomentaba toda clase de licencias, mientras que la otra enseñaba el celibato. Habiendo refutado en ese lugar a la primera clase, dedica el capítulo del que se toma la siguiente cita a refutar a la segunda, deduciendo contra ella el hecho de que algunos de los apóstoles estaban casados. Clemente muestra aquí, como en su Quis dives salvetur (citado en el cap. 23), su buen sentido común, que le llevó a evitar tanto el extremo del ascetismo como el de la licencia. Fue en esto una excepción a la mayoría de los Padres de su propia época y de las posteriores, que en su reacción frente al libertinaje de la época aconsejaron y a menudo fomentaron con su propio ejemplo el ascetismo más rígido, y así sentaron las bases del monacato.
Strom.III. 6.
Pedro estaba casado, como sabemos por Mateo 8:14 (cf. 1 1 Corintios 9:5). La tradición nos habla también de una hija, Santa Petronilla. Se la llama por primera vez hija de San Pedro en los Hechos Apócrifos de SS. Nereo y Aquiles, que relatan de forma legendaria su vida y su muerte. En el cementerio cristiano de Flavia Domitilla fue enterrada una Aurelia Petronilla filia dulcissima, y al ser Petronilla un diminutivo de Petrus, se supuso que era hija de Pedro. Es probable que éste sea el origen de la tradición popular. Sin embargo, Petronilla no es un diminutivo de Petrus, y es probable que esta mujer fuera una de las gens aurelianas y una pariente de Flavia Domitilla. Compárese el artículo Petronilla en el Dict. of Christ. Biog. Petronilla ha desempeñado un papel destacado en el arte. El inmenso cuadro de Guercino en el Palacio de los Conservadores de Roma atrae la atención de todos los visitantes.
Es probable que Clemente confunda aquí a Felipe el evangelista con Felipe el apóstol. Véase el capítulo siguiente, nota 6. Felipe el evangelista, según Hechos 21:9, tenía cuatro hijas que eran vírgenes. Clemente (suponiendo que se trata del mismo Felipe) es el único que nos dice que después se casaron, y no nos dice nada sobre sus maridos. Polícrates, en el capítulo siguiente, afirma que al menos dos de ellas permanecieron vírgenes. Si es así, la afirmación de Clemente sólo puede aplicarse a las otras dos. No podemos saber si su informe es correcto en lo que respecta a ellas.
El pasaje al que Clemente se refiere aquí y que cita en esta conexión es 1 Corintios 9:5; pero esto no prueba en absoluto que Pablo estuviera casado, y 1 Corintios 7:8 parece implicar lo contrario, aunque las palabras podrían usarse si fuera viudo. Las palabras de Filipo. iv. 3 se citan a menudo como dirigidas a su esposa, pero no hay autoridad para tal referencia. Clemente es el único Padre que informa que Pablo estaba casado; muchos de ellos lo niegan expresamente; por ejemplo, Tertuliano, Hilario, Epifanio, Jerónimo, &c. La autoridad de estos Padres posteriores es, por supuesto, de poca importancia. Pero la conclusión de Clemente se basa únicamente en fundamentos exegéticos, y por lo tanto no es un argumento para la verdad del informe.
Strom.VII. 11. Clemente, por lo que sabemos, es el único que relata esta historia, pero la basa en la tradición, y aunque no se puede probar su verdad, no hay nada intrínsecamente improbable en ella.