Importancia estética y económica
Desde la prehistoria, la gente ha disfrutado observando y escuchando a los pájaros cantores. La variedad casi infinita de colores, patrones, rasgos de comportamiento, cantos y llamadas que se encuentran en estas aves atrae el gusto estético de la gente. Como objetos de belleza e interés, los paseriformes se han incorporado a la cultura humana, el folclore, la poesía, la música, la escultura y la pintura. Los pájaros cantores también se han utilizado como símbolos; por ejemplo, el jilguero europeo (Carduelis carduelis) representaba la Pasión de Cristo en el arte del Renacimiento, y el cuervo (Corvus corax) a veces significaba un mensajero del Diablo, un mal presagio.
Los paseriformes se mantienen ampliamente como aves de jaula. Los orígenes de esta práctica se pierden en la antigüedad, pero se sabe que en el siglo V a.C. los griegos tenían una gran variedad de pájaros cantores, incluyendo pinzones, ruiseñores y otros tordos, urracas (Pica) y estorninos (Sturnidae). Los canarios (Serinus canaria) fueron traídos a Europa desde las Islas Canarias, su lugar de origen, en el siglo XVI, y desde entonces se han desarrollado muchas variedades mediante la domesticación y la cría. Otros paseriformes que se tienen como mascotas son los pinzones cardenalicios y estrildinos y los estorninos (sobre todo los asiáticos, Gracula). Las estadísticas de importación de aves silvestres y semidomésticas indican la magnitud del «capricho» de las aves de jaula: sólo en un año, a finales del siglo XX, se importaron legalmente en Estados Unidos más de 420.000 paseriformes (excluidos los canarios) como aves de jaula, cifra que supera con creces la de los loros, el único otro grupo de aves cuyos miembros se mantienen habitualmente como mascotas. Muchos países, incluidos Estados Unidos y Gran Bretaña, prohíben la captura y venta de casi todos los pájaros cantores nativos.
Los pájaros cantores son económicamente importantes también en otros aspectos. Aunque rara vez se consideran alimento en las zonas económicamente avanzadas, son, sin embargo, elementos dietéticos importantes en muchos países rurales o muy poblados. China, Japón y otros países asiáticos, por ejemplo, tienen técnicas muy desarrolladas para la captura de pequeñas aves; en ciudades como Hong Kong y Tokio, los paseriformes se venden habitualmente en los mercados de alimentos. En Italia, Francia y Bélgica, la captura de aves cantoras migratorias para la olla o para aves de jaula sigue estando muy extendida. Las leyes contra estas actividades son difíciles de promulgar o aplicar en zonas en las que el hábito se ha convertido en parte de la cultura.
Matar a los pájaros cantores por sus plumas ya no es tan frecuente como antes. Sin embargo, hasta principios del siglo XX, había pocas leyes de protección y era habitual llevar pájaros embalsamados y partes de aves (especialmente en los sombreros de las mujeres). En 1886 un joven ornitólogo informó de que había contado plumas de no menos de 40 especies de aves, incluyendo 22 tipos de paseriformes, en sombreros vistos en dos paseos vespertinos en una zona de moda de la ciudad de Nueva York.
Otras culturas han utilizado plumas de pájaros cantores para el adorno personal, pero normalmente para los hombres y no para las mujeres. Esta práctica a menudo surgió no sólo por la belleza de las plumas en sí, sino también porque las plumas se utilizaban como símbolos de cualidades de las aves como la velocidad y la agresividad. Lo más destacable son las plumas de los pájaros del paraíso (Paradidae), utilizados como tocados por las tribus de Nueva Guinea. Se calcula que cada año se matan unas 80.000 aves adultas con este fin. Otros usos antiguos de las plumas de paseriformes han terminado en gran medida, ya sea porque las aves se han extinguido (en el caso de los mantos de plumas hawaianos) o porque se han encontrado sustitutos modernos más adecuados (dinero de plumas melanesio).
Algunos paseriformes, en cambio, son graves plagas económicas. En zonas en las que la agricultura monocultivo está muy extendida, algunas especies de aves han sufrido explosiones de población debido a la disponibilidad casi ilimitada de alimentos; a su vez, sus depredaciones de cultivos pueden ser graves. Un ejemplo de ello es África, donde inmensas bandadas de una pequeña tejedora, la quelea de pico rojo, o dioch del Sudán (Quelea quelea), que pueden llegar a tener 20 millones de aves en una sola bandada, causan cada año daños por valor de millones de dólares a diversos cultivos de pequeños cereales. Otras plagas graves son el gorrión de Java (Padda oryzivora) en los arrozales asiáticos y las bandadas mixtas de mirlos del Nuevo Mundo (Icteridae) y estorninos europeos (Sturnus vulgaris) en los campos de cereales de Estados Unidos. El mismo estornino y el gorrión común, ambos introducidos en Estados Unidos desde Europa, se han convertido en plagas urbanas al ensuciar los edificios con excrementos y obstruir los canalones de la lluvia y los ventiladores con sus nidos. Los estorninos han estado ocasionalmente implicados en accidentes; en 1960, una bandada del aeropuerto de Boston fue absorbida por los motores de un avión y el accidente resultante mató a 61 personas.