La obra «The Artist is Present» (2010) de Marinca Abramovic en el MoMA (imagen vía zimbio.com)
Puede que hayas oído que James Franco y Lady Gaga son artistas de la performance, que sus carreras en sí mismas son objetos de arte construidos a lo largo de una vida. Puede que también creas que tu tío Bob tirándose un pedo en el alfabeto es una performance. Y puede que lo sea. En realidad, depende de ti, no hay una tabla rápida y sencilla para saber qué es arte escénico y qué no lo es. Sin embargo, hay algunas pautas para definir la performance, tanto en el contexto de la historia del medio como en su práctica actual. A pesar de lo que hayas oído, hay buenas razones para que entrar en los Grammy en un huevo no sea realmente un acto de arte performativo.
Si tuviéramos que asignar al arte performativo una única característica definitoria, probablemente sería el hecho de que una pieza de arte performativo debe centrarse en una acción llevada a cabo u orquestada por un artista, un gesto artístico basado en el tiempo más que permanente que tiene un principio y un final. La documentación de la performance puede vivir para siempre, desde fotos y artefactos hasta documentación completa en vídeo, pero la performance en sí es efímera. Si tuvo la suerte de estar entre el público, lo que presenció fue la verdadera obra de arte de la performance. El resto sólo vemos los restos, por muy icónicos que sean.
Joseph Beuys, «How to Explain Pictures to a Dead Hare» (1965) (imagen vía wikipedia.org)
Aunque los historiadores del arte suelen citar a los futuristas y a los dadaístas entre los primeros practicantes del arte de la performance, ésta surgió como un movimiento discreto a finales de la década de 1950 y principios de la de 1960, y entre sus primeros practicantes se encontraban el artista-chamán Joseph Beuys, la artista de Fluxus Yoko Ono y el creador de «Happenings» Alan Kaprow. Sin embargo, el hecho de que estos artistas fueran pioneros del arte de la performance no significa que sólo crearan piezas de performance. El arte de la performance no se define por la carrera del artista, sino por la pieza individual: un pintor puede hacer una performance y un artista de la performance puede hacer un cuadro. Las primeras obras de performance eran eventos muy interdisciplinarios, que mezclaban música, accesorios escultóricos, instalaciones inmersivas y música. La obra de Kaprow «18 Happenings in 6 Parts», de 1959, «implicaba a un público que se movía para experimentar elementos como una banda que tocaba instrumentos de juguete, una mujer que exprimía una naranja y pintores que pintaban», según la necrológica del artista realizada en 2006 por el crítico de arte del New York Times Holland Cotter.
Otras performances eran más austeras. En «I Like America and America Likes Me», de 1974, el artista permaneció en el espacio de una galería durante tres días, envolviéndose en fieltro y compartiendo el espacio con un coyote salvaje. Una obra de arte escénica ni siquiera necesita necesariamente tener un público; sólo tiene que ocurrir. Las performances de la artista cubano-estadounidense Ana Mendieta, muchas de las cuales consisten en depresiones con forma de figura humana excavadas en paisajes exteriores, ahora sólo existen como fotografías. Nadie fue testigo de la obra, salvo la cámara y el fotógrafo. Sin embargo, la fotografía no es el objeto artístico; en realidad es casi incidental al acto original.
«La acción es el arte, no tanto el resultado físico», dice el comisario de arte de la performance y codirector del Grace Exhibition Space, Erik Hokanson. «Muchas veces hay poco o ningún resultado más allá de lo que uno sale de la pieza pensando o sintiendo». Otro ejemplo de esto serían las primeras piezas del artista alemán Anselm Kiefer en las que el artista se fotografiaba haciendo el saludo nazi en paisajes de toda Europa. Las fotos son impactantes, pero es el acto el que nos recuerda el recuerdo todavía nítido de la expansión de la Alemania nazi por el continente. El artista de la performance y comisario Peter Dobill señala en un correo electrónico: «El arte de la performance… existe sólo en el momento en que se crea, pero a menudo se ve a perpetuidad a través de la documentación».
Vito Acconci, «Seedbed» (1972) (imagen a través de portlandart.net)
La idea de la performance frente al documento se ha puesto de manifiesto a medida que el arte de la performance se ha afirmado como medio. Cuando se documenta una performance y la obra resultante se convierte en un icono de la historia del arte, ¿debe ser el fotógrafo o el artista quien se lleve el mérito? Una reciente exposición del Museo de Arte Moderno planteó esta cuestión. Pero, de nuevo, las performances no necesitan documentación para ser eficaces. El éxito de una performance depende «de la capacidad del artista para transmitir su idea», dice Hokanson.
Pues pregúntate: ¿la «performance» de los huevos de Lady Gaga provoca alguna reflexión más profunda sobre el acto en sí? ¿Tocar en un piano con forma de alienígena con botas de Alexander McQueen crea algún simbolismo abstracto? ¿Tener un pedo en el alfabeto tiene un significado duradero más allá de su efímera existencia? Probablemente no.
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Algunas actuaciones icónicas:
Joseph Beuys «Cómo explicar los cuadros a una liebre muerta» (1965)
Chris Burden’s «Shoot» (1971)
Vito Acconci’s «Seedbed» (1972)
«Interior Scroll» de Carole Schneemann (1975)
«The Artist is Present» de Marina Abramovic (2010) (vista arriba)
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Sin embargo, a pesar de esta lista, construir un canon del arte de la performance es una tarea un tanto irónica. La cualidad efímera del medio en sí mismo derrota el proceso normal de construcción de una historia del arte, es decir, poner los objetos en una línea de tiempo, compararlos, reexaminarlos décadas o siglos después. El arte de la performance sólo fructifica una vez, y sólo para un determinado conjunto de testigos. ¿Cómo pueden entonces los críticos y los estudiosos volver a analizarlos? La respuesta es con dificultad. La idea de volver a poner en escena las performances es objeto de controversia: ¿se puede recrear una pieza original de arte escénico o se debe recrear? Marina Abramovic se enfrentó a estas cuestiones en su retrospectiva del MoMA de 2010, para la que formó a actores y artistas de la performance para que representaran sus propias actuaciones icónicas. La artista también ha vuelto a escenificar piezas históricas del arte de la performance en sus propias versiones con «Seven Easy Pieces» en 2005.
Aún así, a medida que el arte de la performance madura, seguiremos luchando por la mejor manera de preservarlo. Y ese es probablemente el mayor problema al que se enfrenta el arte de la performance como disciplina: ¿cómo evitamos que se nos caiga la arena entre los dedos como críticos, escritores, estudiantes, comisarios y artistas?
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