El término «vínculo traumático» también se conoce como síndrome de Estocolmo. Describe un profundo vínculo que se forma entre una víctima y su abusador.
Las víctimas de abuso a menudo desarrollan un fuerte sentido de lealtad hacia su abusador, a pesar de que el vínculo es perjudicial para ellos.
Las condiciones necesarias para que se produzca el vínculo traumático incluyen:
- Ser amenazado y creer que existe un peligro real
- Tratamiento duro intercalado con pequeñísimas bondades
- Aislamiento de las perspectivas de otras personas
- La creencia de que no hay escapatoria
Los síntomas del vínculo traumático pueden manifestarse:
- Sentimientos negativos hacia los rescatadores potenciales
- Apoyo a las razones y comportamientos de los abusadores
- Incapacidad para realizar comportamientos que ayuden a la liberación/desapego de los abusadores
El «cerebro de la supervivencia»
Un niño explotado sexualmente suele ser juzgado como si pensara desde la parte lógica de su cerebro. Se asume que el abuso que le ocurre es el resultado de «elecciones de estilo de vida».
Cuando se enfrenta a situaciones peligrosas, la parte lógica del cerebro -que piensa, razona y ejerce la elección- NO es la parte del cerebro que toma el control. La respuesta a la amenaza no es lógica. En realidad, el miedo activa una parte más primitiva del cerebro responsable de asegurar la supervivencia y las sustancias químicas del miedo suprimen la parte del cerebro que toma las decisiones lógicas.
El cerebro de la supervivencia (o amígdala) se ocupa de la supervivencia inmediata, no del impacto psicológico a largo plazo. El cerebro responderá: ‘esto no te matará, así que quédate quieto y aguanta’. Cuanto más responda una persona de forma pasiva (soportándolo), más probable será que esto se convierta en una respuesta automática cuando se enfrente al miedo y a la violencia sexual en el futuro.
El principal impulso de supervivencia es crear vínculos con los demás. Esto puede crear una situación muy compleja cuando el maltratador utiliza tanto el miedo como la relación con la víctima, lo que puede hacer que las relaciones de maltrato sean tan complejas y difíciles de entender para las personas ajenas a la relación.
Cuando un maltratador hace daño a la víctima, aunque ésta puede revelar el maltrato a terceras personas (como los miembros de la familia, la asistencia social y la policía), el vínculo traumático significa que la víctima también puede desear recibir consuelo de la misma persona que la maltrató. Si el maltratador vuelve a establecer un vínculo con la víctima, es probable que ésta vuelva con el maltratador y corte el contacto con la tercera persona. Cualquier contacto que el niño tenga con el maltratador (incluso un mensaje de texto o de Facebook) puede volver a unir a la víctima con el maltratador. Aunque puede ser doloroso y frustrante ser testigo de esta situación, el hecho de que la víctima lo haya revelado es un gran avance.
Romper el vínculo traumático
No hay una respuesta fácil, pero para romper el vínculo traumático la víctima necesita disponer de relaciones sanas alternativas y estar aislada de los agresores durante un periodo de tiempo significativo. Esto permite que el niño tenga tiempo para sanar y asimilar el trauma que ha experimentado, reformulando la naturaleza de las relaciones futuras. Observar esta situación, especialmente como padre, puede ser desgarrador, pero la presencia constante del padre y del cuidador significa que el niño no depende únicamente del maltratador (que es lo que éste quiere) y tiene un lugar seguro al que huir.
Si le preocupa que un niño esté en una posible relación abusiva o corra el riesgo de sufrir explotación sexual infantil, consulte los servicios de Pace para padres. Suscríbase también a nuestro boletín para estar al día de los nuevos avances e investigaciones sobre el trauma.