Travis Roy, una joven promesa en el mundo del hockey, realizó por fin el sueño de su vida – sólo para verlo convertirse, en un instante, en una inesperada pesadilla. Sin embargo, para Travis estaba a punto de comenzar otra saga aún más imprevista. Esa historia, un drama de coraje, determinación y el poder del amor, abriría una asombrosa nueva vida para un joven extraordinario – y tocaría los corazones de millones.
Sólo se necesitaron siete segundos. Once segundos para detener en frío una brillante carrera apenas antes de que despegara en el hielo. Travis Roy era una prometedora estrella del hockey de 20 años. En su primer partido como estudiante de primer año de la Universidad de Boston, un extraño accidente hizo que Travis se estrellara contra las tablas. Una cuarta vértebra rota le dejó paralizado del cuello para abajo.
Esa fatídica noche de octubre de 1995 significó la muerte de un sueño, pero también el eventual renacimiento de un tipo especial de esperanza. A pesar de que estuvo encerrado durante meses en una cama de hospital y luego confinado en una silla de ruedas, Travis fue encontrando poco a poco las agallas y la voluntad de reclamar para sí una vida plena y productiva.
Desde el principio de su calvario, Travis disfrutó del apoyo de una familia muy unida; de una legión de amigos; de su entrenador, Jack Parker; y de su novia Maija, quien, a pesar de los efectos paralizantes de su lesión, nunca vaciló en su devoción por su recuperación y bienestar. Al final, cuando su lucha se convirtió en noticia nacional, todo un país se convirtió en su club de fans, animándole mientras se adaptaba a la vida cotidiana y apoyándole cuando creó la Fundación Travis Roy, que se dedica a la investigación y a la asistencia individualizada de los casos de lesiones medulares.
(La historia de Travis Roy) es una historia sobre el amor de Estados Unidos por el deporte y las personas que abrazan su espíritu de nunca morir. Sobre todo, es la historia de un joven que no se rindió ante ningún límite y desafió todas las probabilidades, tanto antes como después de la tragedia que acabó con su juego. -E.M. Swift en Eleven Seconds
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