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John Fordyce MarkeyUniversidad de Minnesota

ABSTRACT

Se considera que los fenómenos sociales incluyen todo el comportamiento que influye o es influido por organismos suficientemente vivos para responder unos a otros. Esto incluye las influencias de las generaciones pasadas. Los desarrollos en el estudio social que proporcionan una base para este concepto son la tendencia conductista y el énfasis en la naturaleza objetiva de la vida social, el estudio de los grupos y la vida grupal, el estudio ambiental y ecológico. Se cuestiona la validez del concepto que limita los fenómenos sociales a la interacción de los seres humanos. La base destacada de esta distinción es la psicológica del llamado «consciente» o «conciencia». La actividad consciente, o la conciencia utilizada como término general, no se limita a los organismos humanos, y no proporciona una base. La interacción consciente, en el sentido de «pensamiento» o actividad conceptual, se cuestiona como base científica para tal limitación de lo social. En primer lugar, no podemos determinar con suficiente precisión científica cuánto y qué parte del comportamiento colectivo es de este tipo reflexivo. En segundo lugar, los seres humanos ejercen entre ellos un gran número de influencias de las que no son conscientes. Además, las pruebas psicológicas indican cada vez más que estas diferencias entre el hombre y los demás animales son de grado, más que de tipo. En el mejor de los casos, con nuestros conocimientos actuales, son diferencias bastante vagas, indefinidas e inseguras. Admitiendo la validez de estas distinciones, se cuestiona la validez de delimitar lo social en este punto. Aparentemente, el hombre ha llegado a ser humano, es decir, ha desarrollado la conciencia de sí mismo, el sentido, las ideas, la sociedad como consenso, etc., por el hecho de haber sido un animal social. Se trata de un problema que afecta a la materia que debe estudiar la sociología y la psicología social. No sólo indica el estudio ecológico y ambiental, sino principalmente el estudio de los procesos y la organización del comportamiento colectivo entre los organismos. Probablemente signifique un desarrollo mucho mayor de la sociología y la psicología social comparadas. En la actualidad este desarrollo es muy escaso.

El propósito de este artículo es considerar algunos de los hechos que se están haciendo cada vez más evidentes en relación con el significado de los fenómenos sociales. Las evidencias de muchas fuentes indican que la limitación de este término a la llamada conducta «consciente» y a la «conciencia» es insatisfactoria y confusa. Su valor científico es cuestionable cuando se define así. Esta evidencia también indica que la restricción del término social al comportamiento de los animales humanos está abierta a objeciones similares. Parece oportuna y útil una exposición más articulada del problema y de algunos de los hechos implicados.

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¿Incluyen los fenómenos sociales algo más que la interestación de las personas? De hecho, nunca ha habido unanimidad en la opinión de que sean tan limitados. Tienen los demás animales una vida social o sólo una existencia biológica? ¿Es el hombre el único animal social? A menudo se ha dado por sentado que el hombre es el animal social y algunos (Ward, por ejemplo) incluso han argumentado en contra del concepto de que el propio hombre es naturalmente un animal social. ¿Se limita lo social a la conducta «consciente»? La propuesta que aquí se hace es la consideración de los fenómenos sociales como la interacción de los organismos que están lo suficientemente vivos como para responder los unos a los otros, incluyendo todo el comportamiento que influye o es el resultado de otro comportamiento. Esto incluye las influencias del comportamiento de las generaciones pasadas. El punto de interés no es terminológico sino fáctico; aunque, por supuesto, tiene implicaciones para la terminología. Los términos no son tan importantes mientras se entiendan los hechos. El propósito es presentar un punto de vista con hechos, ser tentativo donde es fácil ser dogmático, plantear preguntas más que resolverlas.

Primero, podría ser bueno indicar algunas fases en el desarrollo de la sociología que tienen relación con el concepto que acabamos de mencionar, y que ayudarán a definir y explicar su naturaleza.

Probablemente una de las tendencias recientes más significativas en la sociología es la tendencia conductista. Los libros recientes así lo indican -por ejemplo, Park y Burgess, Blackmar y Gillin, Giddings y otros. A pesar de algunos de los absurdos del movimiento conductista, tan hábilmente indicados por Faris en la reciente reunión de la Sociedad Sociológica Americana, este movimiento debe ser reconocido como importante, particularmente por su énfasis en el procedimiento objetivo y científico. Nos ha hecho reexaminar nuestras categorías aceptadas. Tal reinspección suele ser beneficiosa. Estrechamente relacionado con este movimiento está el énfasis puesto ahora en la naturaleza objetiva de la vida social y en los intentos de obtener una declaración cuantitativa de los fenómenos sociales. Por la naturaleza objetiva de la vida social se entiende el hecho de que el comportamiento social es observable exteriormente en gran medida, y no está tan completamente contenido en el individuo como se suponía anteriormente. El punto de vista de estos dos movimientos exigiría ciertamente la consideración de la interacción de todos los organismos para determinar la posibilidad de que existan fenómenos sociales en ellos, a menos que se excluyan algunos a priori, lo que, en este caso, parece ser un procedimiento científico bastante cuestionable.

El tercer desarrollo muestra la importancia del grupo y de la vida de grupo. Las evidencias de esto se ven en un gran número de artículos y libros actuales. Algunos ejemplos son los escritos de Cooley; Ellwood; la reciente edición de Bogardus de Introducción a la Sociología, que toma como centro el concepto de grupo; Park y Burgess; Bodenhafer; etc. Si el grupo es un centro de estudio, es evidente que tenemos un gran número de agrupaciones entre las plantas, los animales y otros organismos que bien podrían estudiarse bajo este concepto de grupo; a menos, por supuesto, que limitemos arbitrariamente el estudio a los grupos humanos o sostengamos que las relaciones de grupo del hombre son únicas, de un tipo diferente a las de otros organismos; que los grupos humanos representan distinciones cualitativas fundamentales; que «nunca hubo nada como nosotros». Uno de los principales desarrollos de la ciencia ha sido el proceso de convertir tales diferencias de tipo en variedades de grado.

En cuarto lugar, el estudio del medio ambiente en la sociología aparentemente daría una base para una extensión del término social para incluir más de lo que ha sido anteriormente. Por ejemplo, Bernard, que se ha destacado especialmente por poner énfasis en el medio ambiente, en una reciente clasificación del medio social incluye bajo él lo «biosocial» o los demás organismos que han interactuado con el hombre y han sido transformados por él.

Quinto, una tendencia que está estrechamente relacionada con la cuarta, o podría ser parte de ella, se muestra en el estudio ecológico que se ha venido desarrollando en la sociología. Esto indica claramente la tendencia hacia la extensión del estudio sociológico a mucho más que los organismos humanos. Park y Burgess han destacado especialmente la importancia del estudio ecológico. La consideración de este tipo de investigación está apareciendo en los escritos sociológicos. Existe ya

(736) una literatura considerable sobre las comunidades vegetales y las sociedades animales, y la sociología de las plantas y los animales. En Park y Burgess (cap. iii y Bibliografía) se ha puesto de manifiesto la importancia, desde el punto de vista sociológico, del estudio comparativo de las plantas, los organismos inferiores y los organismos superiores, incluido el hombre. Aparentemente tenemos aquí el comienzo de una sociología comparativa.

La posibilidad teórica de la extensión de la psicología social para incluir las respuestas de otros organismos ha sido indicada por Thomas y Znaniecki en El campesino polaco (Vol. I, nota metodológica). Allport, en su reciente texto, Social Psychology, rechaza la definición de lo social que lo limita a la conducta humana y al comportamiento «consciente» (p. 12). Amplía el campo para incluir todas las formas de vida animal en las que encontramos reacciones de los individuos entre sí. El valor científico mejorado y el estudio enriquecido que resulta del tratamiento del comportamiento social en el sentido más amplio es claramente evidente en su libro. Gault también asume las reacciones sociales en los animales.

La breve exposición anterior debería indicar una base en los estudios sociales actuales para datos más amplios que los procesos antropológicos. La segunda tarea es considerar la posible validez de tal concepción, y algunos de los factores implicados en tal visión.

En el pasado hemos sido casi irremediablemente antropocéntricos. El hombre se ha considerado el centro del universo. Se ha complacido en pensar que es único, una cosa aparte, una creación especial. Supongo que esta tendencia del hombre a preocuparse por sí mismo y por sus problemas es natural. Las ciencias se han desarrollado en torno a estos problemas de la vida humana. Así se ha desarrollado la sociología. Y se ha desarrollado principalmente como un estudio de la sociedad humana. Pero así como hemos descubierto que el hombre no es único ni una creación especial, que después de todo es una creación o un producto evolutivo, junto con los demás animales y organismos, también estamos aprendiendo que otros animales son sociales y tienen una vida social -parece casi superfluo decirlo- y que podemos añadir mucho a nuestro conocimiento estudiándolos como tales seres sociales.

Pero el problema más específico es: ¿Cuál es la base para limitar la noción «social» a las influencias de los seres humanos entre sí? El espacio no permite discutir todas las diversas concepciones sobre las diferencias entre el hombre y los otros animales, o todas las teorías particulares que limitan lo social a la interacción humana. La única concepción que deseo considerar aquí es la que parece más válida si hemos de hacer tal distinción.

La base destacada para limitar lo social a las relaciones humanas es psicológica. Un número considerable de sociólogos limita los datos sociales a la interacción consciente. Los fenómenos sociales se definen a menudo como una inter-estimulación psíquica. Esto nos deja en una base similar. Cuando se presiona para obtener una definición de «psíquico», generalmente resulta que significa «mente», «mental», «conciencia», etc. O si, como es más raro, se utiliza «psíquico» en un sentido amplio, en cierto modo sinónimo de «psicológico», se extiende hasta el campo infrahumano. El problema surge inmediatamente en cuanto a lo que se entiende por consciente. Consciente y conciencia pueden utilizarse de dos maneras: en primer lugar, como término general, incluyendo además de las respuestas reflexivas (pensamiento), la respuesta irreflexiva, los tropismos, así como las respuestas de los receptores a distancia; en segundo lugar, en un sentido restringido que se refiere particularmente a las respuestas reflexivas. Si aplicamos la primera acepción a la actividad consciente, ésta no se limita a los seres humanos. Otros organismos responden de esta manera. Evidentemente, si la sociología y la psicología social estudian tal inter-estimulación, su campo se extiende sobre una amplia gama de diferentes tipos de organismos.

Usado en el segundo sentido, el comportamiento consciente parece proporcionar una distinción entre el hombre y los demás animales. El hombre, hasta donde hemos podido descubrir, es el único animal que ha sido capaz de desarrollar un comportamiento reflexivo. En este sentido, representa una integración y coordinación psicológica mucho más compleja. Por comportamiento reflexivo se entiende lo que habitualmente se denomina «pensamiento» en el sentido de pensamiento conceptual. En general, se trata de la amplia categoría conocida como hábitos de lenguaje. El ser humano ha construido de esta manera un gran entorno significativo mediante el cual se representa a sí mismo los objetos ausentes y se indica a sí mismo el significado de su actividad. Así, la sociedad, aunque no esté físicamente presente, está psicológicamente presente en forma de estos signos, símbolos, palabras, gestos, etc., que se utilizan como sustitutos de las partes ausentes. De ahí que pueda decirse que la sociedad existe en este producto común de la comunicación y el pensamiento, que carece de sentido para un organismo sin sociedad, pero que se carga de significado cuando se asocia con otros. Es a través de, y en, este tipo de inter-estimulación que el hombre se convierte en persona-que el hombre se convierte en humano. Aquí los conceptos del yo y de los otros, que parecen estar en la base del comportamiento reflexivo, se convierten en realidades. Se ha dicho que la sociedad consiste más en ese consenso que en cualquier otra cosa. Supongo que esto es lo social por excelencia. Es una teoría hermosa y muy satisfactoria, salvo que no parece ajustarse a los hechos cuando pone su peculiar límite a lo «social»

Ahora surge la pregunta: ¿Existe una base científica para limitar lo social a esta categoría? La respuesta parece ser negativa. La primera dificultad es determinar cuánto y qué parte del comportamiento colectivo es de este tipo reflexivo. ¿Qué hacer con todos los actos de los seres humanos que en su día fueron reflexivos, pero que se han convertido en habituales, inconscientes e irreflexivos? Son influencias muy poderosas en el comportamiento humano. Si han de considerarse no sociales, ¿cuándo se convierten en tales, cuánto y cuánto hay de social en ellos? En el extremo de esta base deberíamos tener un gran número de actos que saltan de lo social a lo no social, ya que esta cosa intangible, la conciencia, fluctúa. Si hay que llamarlos sociales, entonces empezamos a poner en tensión nuestro criterio de conciencia como base de lo social. Se podría decir que son sociales por su origen. Esta parece ser la mejor afirmación para el caso, pero apenas es satisfactoria. Además de esto, sin embargo, el problema más amplio de determinar qué actividad es consciente o inconsciente parece ser uno que no podemos resolver con la suficiente precisión como para convertirlo en un límite a priori de lo social.

Otra dificultad es que los seres humanos no son conscientes de un gran número de influencias muy potentes que son ejercidas sobre ellos por otros seres humanos que tampoco son conscientes de estas influencias. Si el estudio de éstas se excluye de la investigación sociológica, entonces restringimos muy materialmente nuestro conocimiento de los procesos sociales y del comportamiento colectivo. Afortunadamente, en la práctica, este tipo de datos se admite, en cierta medida, aunque con violencia a las defini-

(739) -ciones verbales. Por ejemplo, en un texto reciente que, por cierto, es probablemente el mejor que ha aparecido en sociología, a pesar de algunas curiosas incoherencias, encontramos la concepción de que uno de los cuatro grandes procesos sociales, el proceso económico en su forma competitiva pura, es una interacción sin contacto social; la idea es que estas poderosas interacciones económicas entre las personas no son sociales hasta que se vuelven «conscientes» o desarrollan «significado».» Evidentemente, se trata de un proceso social en estado puro, y en él tenemos el contacto social, que es un tipo de contacto «libremente competitivo» e inconsciente. Además, sería bueno señalar que, aparentemente, un número considerable de personas se limita a vivir una existencia vegetativa. Además, nuestros psicólogos nos descubren al hombre irracional. Las personas están motivadas por poderosos impulsos y hábitos de los que no son conscientes. Es posible que el escaso conjunto de reacciones del lenguaje y del pensamiento del hombre no desempeñe un papel tan importante en el comportamiento colectivo como a veces se ha supuesto.

Otro problema se refiere al tipo de diferencia que existe entre el hombre y otros organismos. Si intentamos utilizar criterios subjetivos, como una conciencia subjetiva por ejemplo, para explicar esta diferencia, nos encontramos con que nuestra técnica científica no está equipada para manejar con éxito esta evidencia subjetiva, a menos que se exprese objetivamente de alguna manera. Además, la conciencia no es una explicación, sino una mera descripción a corto plazo que aplicamos a los organismos (o planteamos en ellos) cuando actúan de una manera determinada. Para explicar las diferencias, debemos volver al comportamiento real de los organismos, las respuestas y el funcionamiento de los mecanismos de respuesta. La explicación científica más satisfactoria de la conciencia parece ser una explicación conductista de este tipo. De hecho, nuestro método empírico y cotidiano para determinar si una persona es «consciente» o «inconsciente» es este tipo de comportamiento, es decir, la comunicación o las reacciones verbales. Partiendo de esta base objetiva, podría decirse que todos los organismos son conscientes en el sentido de que responden o «prestan atención» a los estímulos. Por ejemplo, los insectos heliótropos o los infusorios quimiótropos pueden llamarse conscientes en este sentido. Pero hay diferencias en el tipo de respuesta. Ahora bien, la principal diferencia objetiva entre el hombre

(740) y otros animales que encontramos en el tipo de respuesta es la que se da en las reacciones retardadas que se inician por estímulos sustitutivos de objetos ausentes -el proceso que ordinariamente llamamos hábitos de lenguaje y comunicación.

Ahora bien, los datos experimentales de los psicólogos aportan cada vez más pruebas de que estas diferencias entre organismos, entre el hombre y otros animales, son diferencias de grado más que de tipo. Por supuesto, no podemos ser dogmáticos aquí. Pero el comportamiento del hombre parece ser del mismo tipo que el de otros organismos, si permitimos las diferencias en su coordinación, integración y desarrollo. Aparentemente, otros organismos funcionan, en este sentido, según los mismos principios que el hombre. Las reacciones del lenguaje no son más que un tipo de comportamiento. Pero además de esto, no podemos decir dogmáticamente que otros animales no puedan desarrollar hábitos de lenguaje y pensamiento. Tampoco podemos decir que no piensen, aunque, si lo hacen, puede ser otro pensamiento distinto al conceptual el que se produzca. Es posible que otros animales hayan desarrollado hasta cierto punto la conciencia de sí mismos. Ciertamente no podemos negarles la conciencia, interpretando el término en sentido amplio.

Estas diferencias son aparentemente demasiado indefinidas, inseguras y vagas para ser utilizadas como base de una distinción tan fundamental como la que se ha supuesto al limitar lo social a los animales humanos. Es legítimo estudiar intensamente el comportamiento humano como tal, pero debe reconocerse que éste es sólo una parte de los datos similares que se encuentran en el comportamiento de otros organismos.

Además, admitiendo que esta distinción es válida, que el hombre es el único animal que es humano con la sociedad como consenso, con un entorno significativo o conceptual, ¿es ésta una base válida para la limitación de lo social? Una consideración de los hechos no parece apuntar hacia tal limitación. Aparentemente, el hombre ha llegado a ser humano por el hecho de ser un animal social. Ha sido gracias a la cooperación social entre los animales que han evolucionado la intercambiabilidad de los mecanismos receptor-efector

(741) que hace posible el desarrollo de este consenso y comunidad humanos como se ejemplifica en la unidad de los grupos humanos. Esta cooperación ha proporcionado una base para las respuestas «biosociales», por utilizar la terminología de Weiss. Ellwood subraya con razón el hecho de que los seres humanos han tenido su desarrollo evolutivo a partir de asociaciones y agrupaciones animales. El hombre como humano evidentemente se desarrolló a partir de una existencia social pre-humana.

En conclusión, sería bueno repetir que esto no es meramente una cuestión de terminología, es una cuestión de fenómenos a estudiar por el psicólogo social o el sociólogo. La implicación metodológica es una consideración importante. Por supuesto, si queremos limitar arbitrariamente el término sociología a los procesos antropológicos o a la homosociología, supongo que es legítimo. Podemos delimitar nuestro círculo encantado, adentrarnos en él, colocar un cartel de «prohibido el paso» y proceder a disfrutar de nuestro recinto protegido, ignorando placenteramente el hecho de que nuestro museo científico está lleno de advertencias sobre lo que ocurre cuando la ciencia pone su mano profana en territorios «sagrados». El progreso del pensamiento humano podría definirse como un proceso de golpear un fetiche en la cabeza con otro. Sin embargo, si la sociología se define así, hay que tener en cuenta que no se incluyen todos los datos sociales. Hay que tener especial cuidado o se harán generalizaciones que violan las leyes lógicas de la adecuación al dejar fuera de consideración una gran masa de uniformidades sociales similares en otros organismos. Las generalizaciones suelen hacerse sobre la base de muy pocos datos. Es posible que los sociólogos se beneficien del ejemplo proporcionado por la psicología, que se ha desarrollado desde un estudio limitado de la mente y el alma hasta un estudio mucho más inclusivo de una amplia gama de procesos psicológicos que ocurren en el hombre y en otros organismos.

Si se dice que, después de todo, lo que se ha indicado es una tarea para la ecología, la respuesta entonces es que el estudiante de los procesos sociales debe ser un ecólogo. Probablemente no es importante que se llame ecología o sociología. No veo ninguna ventaja en hacer otro fetiche de los términos. Siguiendo la línea de ataque anterior, podríamos decir que la mayor parte, si no todo, de lo que es científico en la sociología es psicología social. La advertencia del Dr. Small podría ser oportuna aquí cuando

(742) dijo que deberíamos tener cuidado de considerar la psicología social «el último grito» de la sociología. Pero, de hecho, el comportamiento colectivo, el corazón de la sociología, es realmente la psicología social interpretada en sentido amplio. Como dijo un profesor de sociología: «La hija de la sociología, la psicología social, ha llegado a ser una ciencia mucho más importante que la madre, e incluso puede llegar a sustituirla».

Podría objetarse además que todo lo que se indica es la importancia de las influencias ecológicas y ambientales; pero que éstas no son más que golpes alrededor de los bordes en lo que respecta a la sociología, ya que ésta estudia principalmente los procesos grupales. Esto es una evasión de la cuestión.

En primer lugar, el entorno parece variar con el punto de vista. Desde el punto de vista del conjunto social existe un entorno físico para él, pero hablar de un entorno social difícilmente sería exacto. Desde el punto de vista del grupo, podría haber, por supuesto, un entorno social para él. Desde el punto de vista del individuo, el entorno social tendría su mayor extensión relativa. Así, el entorno fluctúa con el punto de vista, o marco de referencia. El gran punto de vista social nos da el proceso de interacción social en el entorno físico, el punto de vista individual o de grupo menos restringido nos da un entorno social además del entorno físico. Por lo tanto, la interacción de los organismos, si es ambiental desde un punto de vista individual, no es necesariamente ambiental desde un punto de vista más amplio. Esto también debería responder eficazmente a la afirmación de que el estudio del medio ambiente sólo da golpes en los bordes. Los bordes para el individuo son una parte del proceso grupal más amplio. Pero aun así, es importante encontrar los bordes. Las cosas se definen por los bordes, así como por los interiores.

En segundo lugar, la base de la existencia de lo social, como se ha indicado anteriormente, era principalmente el proceso de inter-estimulación como tal. Es evidente que existen procesos grupales, algunos muy elaborados, entre otros organismos.

Esta concepción de los fenómenos sociales como la interacción de organismos que se responden mutuamente, o todo comportamiento que influye o es influido por el comportamiento de otros organismos, significa un

(743) análisis además de una síntesis. Todas las distinciones entre organismos que se han señalado, así como otras no indicadas, no deben ser eliminadas o ignoradas. El procedimiento científico ha tendido a descomponer nuestros conceptos en categorías más pequeñas y minúsculas, ha tendido a un análisis más y más detallado.

Parece, pues, que si la sociología y la psicología social han de limitarse a la llamada conducta «consciente» o autoconsciente de los seres humanos, su ámbito de estudio es incompleto y arbitrariamente restringido. Sin embargo, este tipo de actividad es importante y debe estudiarse con detenimiento. Además, si estas disciplinas limitan su ámbito a la interacción humana únicamente, se privan de un estudio comparativo. Por otro lado, si la interacción social y su estudio se amplían para incluir la interestación o las influencias entre organismos que se responden mutuamente, entonces la sociología y la psicología social estudiarían el comportamiento colectivo, la actividad de los grupos y las respuestas de los organismos al comportamiento colectivo y a las situaciones sociales dondequiera que se encuentren. La sociología comparada con la psicología social comparada presentaría así un material muy valioso. Este campo está ahora tan poco desarrollado que no puede decirse que exista en ninguna forma bien organizada.

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