Visita a Afterglow Vista en la isla de San Juan

Como probablemente se identifiquen muchos de los visitantes de esta página, a veces me invade la inquietud si me acuno en lo mundano durante demasiado tiempo. Cuando esto ocurre, suelo recurrir a Atlas Obscura en busca de inspiración para viajar y buscar destinos únicos y evitar las multitudes. Cuando leí sobre Afterglow Vista, supe que tenía que ir. La historia de la familia, la majestuosidad y la santidad de este templo oculto rodeado de naturaleza, todo ello me atrajo. No es un lugar que uno esperaría que existiera fuera de un plató de cine. Con las cámaras y los abrigos puestos, mi compañero y yo salimos a explorar.

Ferry a Friday Harbor

Empezamos nuestro viaje con un trayecto en ferry desde Anacortes hasta las Islas San Juan, que duró aproximadamente una hora y media. El aire era fresco y frío. La salida en barco nos pareció renovadora y emocionante: dejar atrás una tierra por otra nueva. Al llegar, esperamos en una fila de vehículos antes de que nos dejaran entrar en la isla. La ciudad más cercana era encantadora y acogedora. Las pequeñas calles estaban repletas de librerías y animados cafés, y sus habitantes eran una sutil mezcla de lugareños y visitantes. Con el estómago lleno y las miras puestas, nos dirigimos a Afterglow.

Historia del McMillin Memorial Mausoleum

Afterglow Vista, también conocido como McMillin Memorial Mausoleum, es una gran estructura construida en el bosque de Friday Harbor por John McMillin como tumba para él y su familia. La arquitectura de este monumento se planificó y ejecutó cuidadosamente, con un significado intencionado detrás de la forma de la disposición, el número de escaleras y el carácter incompleto de algunas piezas. Una escalera asciende hasta unos pilares de aspecto griego y una mesa de hormigón y piedra caliza centrada en esta fantástica enramada. Esta mesa está rodeada de sillas de piedra bellamente elaboradas y elegantemente envejecidas que contienen las cenizas de los McMillin, cuyos respaldos sirven como marcadores y su colocación alrededor de la mesa significa su unidad en la otra vida.

El mausoleo está situado aproximadamente a media milla del cementerio de Roche Harbor, cuyo recorrido es una experiencia en sí mismo. En lugar del tradicional campo despejado y cubierto de hierba, el cementerio estaba muy arbolado con múltiples caminos serpenteantes que se abrían paso entre las lápidas. Las tumbas estaban en pequeños grupos, cada uno rodeado de vallas blancas. Mientras caminábamos, empezamos a oír un repique. El sonido provenía de las campanas de una iglesia lejana. Finalmente, reconocimos la música: una interpretación situadamente sombría de «Yesterday» de The Beatles y una interpretación irónica de «We’ve Just Begun» de The Carpenters. Con cuidado, en silencio y con respeto continuamos nuestro paseo.

Visitando Afterglow Vista

El cementerio inicial se sentía melancólico. Apacible, pero un poco pesado o solitario. A medida que seguíamos caminando, las lápidas se hacían más escasas y el bosque se hacía más profundo. La señalización era escasa, a excepción de unos pocos y reconfortantes postes que nos indicaban que íbamos en la dirección correcta.

El avistamiento de Afterglow fue surrealista. El mausoleo no tenía la misma pesadez que el cementerio, sino que se sentía lleno de luz, con regias columnas anaranjadas que se contraponían brillantemente a los tonos de la naturaleza. Con reverencia y ceremonia, nos acercamos a la entrada. El mundo se quedó en silencio. El aire estaba lo suficientemente frío como para ver la respiración. No había otros visitantes. Una experiencia tan pacífica y encantadora pedía un tono de silencio y una mirada de asombro. Conocer la historia de la estructura antes de ascender hacia ella añadía mucha profundidad a la apreciación de la experiencia. No pude evitar sentirme privilegiada por ser testigo de esta hermosa representación de la vida, la muerte y la familia. Pasamos aproximadamente una hora maravillándonos con el lugar de descanso de la familia McMillin antes de regresar a nuestras vidas.

Toda esa maravilla hizo que el viaje en ferry a casa fuera satisfactorio. Atracar en nuestro puerto fue una vista bienvenida después de un largo día de viaje, que había superado nuestras expectativas. Si alguna vez necesitas una experiencia que te conecte tanto con la naturaleza como con el hombre, ésta podría serla. Te hace sentir reverencia por el pasado y aprecio por el presente. Un entorno tan etéreo sirve de recordatorio de que hay magia secular que contemplar si decides buscarla.

Fotos del ferry: Brandon Fralic. Todas las demás fotos son del autor.

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