Ensalada de diente de león – Las francesas no engordan

Una de las divisiones culturales más sorprendentes entre los estadounidenses y los franceses (y los italianos, por cierto) sigue siendo sus respectivas opiniones sobre el diente de león. Los estadounidenses consideran las plantas sobre todo como plagas; sólo quieren matarlas. Los franceses, en cambio, prefieren comerlas. Recuerdo los traumas del diente de león en Weston, Massachusetts, donde, como recordarán los lectores, engordé por primera vez como estudiante de intercambio; y años después en Dix Hills, Nueva York, donde creció Edward. Ambas comunidades tienen céspedes y jardines bien cuidados. La visión de un diente de león en el césped se recibe como la erupción de un grano en la nariz de una adolescente: que empiece la guerra química, que se consulte a los expertos, que se mate, que se mate, que se mate antes de que se extienda. Puede que los dientes de león no hagan nada por la belleza del césped azul de Kentucky, pero sus hojas son sabrosas. Afortunadamente, hay indicios de que los golosos están ganando terreno a los médicos del césped. Cada vez es más posible que una francesita de Nueva York, o cualquier otra persona, compre una bolsa de dientes de león silvestres (¡o recoja algunos en los bordes de las carreteras o en los céspedes descuidados!) Qué delicia le espera, ya sea disfrutándolos crudos en una ensalada o salteados con un poco de aceite de oliva y limón, como se sirven en Grecia.

Ingredientes

Receta

Batir la chalota, la mostaza, el vinagre y la anchoa. Sazona con sal y pimienta al gusto, y bate el aceite en un chorro lento.Mezcla las hojas de diente de león con el aderezo, y cubre con virutas de parmesano (puedes rallar el queso con un pelador de verduras).