Freud sostiene que un sueño es el cumplimiento de un deseo.
Este punto de partida ha sido criticado por reduccionista, pero también es la parte de su teoría que más se acerca al sentido común y a las ideas populares sobre los sueños.
Todos reconocemos que en nuestros sueños solemos hacer del mundo un lugar mejor para nosotros mismos en el que se cumplen nuestros deseos.
Esto forma parte incluso de nuestro discurso cotidiano: utilizamos refranes como «¡ni en sueños!» y «¡ni en mis mejores sueños!»
En este sentido, los sueños tienen mucho en común con los cuentos o las ensoñaciones en los que el héroe vence al final y consigue su deseo de corazón.
Un deseo implica una prohibición.
¿Qué es un deseo? Si un niño desea un helado, probablemente sea porque ha pedido un helado y le han dicho que no puede tenerlo.
Por lo tanto, crear un deseo implica algo así:
1. Quiero un helado
2. ¡No!
3. Me gustaría tener un helado
Hay un ‘deseo’ y una prohibición. Un deseo es el resultado.
Los sueños de los niños muestran el carácter de cumplimiento de deseos de los sueños con mayor claridad.
Aquí está el relato de Freud de un sueño que tuvo su hija Anna cuando era muy pequeña:
Mi niña, que entonces tenía diecinueve meses, había estado enferma una mañana, por lo que la habían mantenido sin comer todo el día. Durante la noche siguiente, se la oyó gritar excitada mientras dormía:
«¡Anna Freud, stwawbewwies, wild stwawbewwies, omblet, pudden!»
En aquella época tenía la costumbre de utilizar su nombre para expresar la idea de apoderarse de algo. El menú debió parecerle una comida deseable.
El sueño de Anna con fresas muestra el carácter deseable de los sueños. Se acuesta con hambre y sueña con comida.
¡Pero no cualquier comida! ¿Por qué sueña específicamente con fresas? De hecho, en el sueño menciona dos tipos diferentes de fresas (en alemán, «fresas» y «fresas silvestres» son palabras diferentes). Freud hace una interesante observación:
El hecho de que aparecieran en él dos tipos de fresas era una manifestación contra la policía sanitaria doméstica: su niñera había atribuido su enfermedad a un exceso de fresas. Así, ella se desquitaba en su sueño de este veredicto inoportuno.
En otras palabras, el deseo persiste en lo mismo que ha sido prohibido. La estricta niñera de Anna culpó de su enfermedad no a las fresas como tales, sino al exceso de ellas, a comer demasiadas fresas. Al hacerlo, introdujo reglas para comer fresas.
Las fresas pasaron a ser objeto de una especie de prohibición, y como resultado se convirtieron en la fruta prohibida.