Las interpretaciones del cuento de Kafka van desde el simple paralelismo entre las vidas de Georg y Kafka hasta opiniones más complejas sobre la noción de juicio en sí. Heinz Politzer, por ejemplo, ve el cuento como un medio a través del cual Kafka exploró sus pensamientos sobre su romance con Felice Bauer, citando como prueba los matrimonios inminentes que Georg y Kafka tenían en común. Sostiene que la relación interrumpida entre Georg y su amigo representaba la soltería a la que Georg, y por tanto Kafka, pronto tendría que renunciar.
Herbert Tauber, por su parte, veía el relato como un comentario sobre el conflicto entre dos mundos separados, mostrado a través del conflicto entre padre e hijo. El mundo del hijo es un mundo de «existencia vital en el que rigen la probabilidad y la reserva» y el del padre es un mundo «en el que cada paso tiene una importancia incalculable porque se da bajo el horizonte de una convocatoria absoluta al camino».
Mientras tanto, Russel Berman ve la historia como un discurso sobre la naturaleza del juicio en general, reconociendo su representación en la historia como débil e ilógica, aunque simultáneamente necesaria. También lamenta un estado de la sociedad como el sugerido en el relato, que fomentaría formas degradadas de escritura y, lo que es más inquietante, alimentaría una voluntad extrema de ajustarse a las órdenes sin preocuparse por las consecuencias.
Berman señala además que la necesidad de Georg de racionalizar por qué no quiere invitar a su amigo distanciado a su boda es el resultado de preocupaciones que ha apartado de la vista, pero que sin embargo sigue manteniendo. Señala que Kafka comparte con los afamados pensadores Friedrich Nietzsche y Sigmund Freud la metodología de explorar la psique humana mediante el análisis de las motivaciones que subyacen a las acciones y los pensamientos.
En la historia, el amigo exiliado en Rusia ejerce un poder considerable sobre los demás personajes: Georg, su padre y su prometida, Frieda. En sus diarios, Kafka escribió que el amigo es la conexión más fuerte entre Georg y su padre, ya que es a través de este vínculo que su padre es capaz de reafirmarse como paterfamilias y enemigo de su hijo y que Georg es capaz de aceptarlo sumisamente como tal. Kafka continúa relatando que la prometida existe, en un sentido tangencial, sólo por el vínculo padre-hijo que crea el exilio ausente.
En otra interpretación, Georg es en realidad el narrador, siendo la primera persona su visión auto-racionalizada de sí mismo (como si estuviera a un continente de distancia y atado a la familia y sin esperanza para el futuro). El padre, o segundo yo, es la visión racionalizada por la sociedad. El padre muestra lo que es aceptable frente a lo que quiere el primer yo. Es el proverbial ángel en el hombro que discute con el diablo en el otro hombro. El anfitrión se queda en Rusia, lo visita con menos frecuencia y deja los monólogos interiores «en casa».