Aunque se asocia más con el antiguo Egipto, los primeros ejemplos de momificación artificial -la conservación intencionada de cuerpos humanos después de la muerte- se remontan a la cultura Chinchorro, una tribu costera que vivió en el borde del desierto de Atacama (que abarca el actual sur de Perú y el norte de Chile) entre c. 7020 y 1110 a.C. Hay ejemplos de cuerpos momificados de forma natural en esta región que se remontan al año 7020 a.C., cuando el pueblo Chinchorro aprovechó las condiciones de superaridad para conservar a sus muertos. La primera momia Chinchorro modificada antropogénicamente que se conoce, la de un niño procedente de un yacimiento del valle de Camarones, al sur de Arica (el lugar más seco de la Tierra), data de hacia el 5050 a.C. Durante los siguientes 3.500 años, la momificación Chinchorro evolucionó a través de tres estilos distintos -negro, rojo y recubierto de barro- antes de que la práctica se extinguiera en algún momento del siglo I a.C.
El proceso de momificación Chinchorro difería notablemente del de los egipcios: los Chinchorro retiraban la piel del difunto y luego extraían los músculos y órganos para revelar el esqueleto. A continuación, el cuerpo se «retapizaba» con madera, plantas y arcilla antes de volver a coser la piel. Se aplicaba una capa de pasta de ceniza con una capa final de manganeso negro u ocre rojo (este último indica la época). A menudo, la cabeza se cubría con una máscara o casco de arcilla.
Las momias Chinchorro fueron identificadas por primera vez en 1917 por el arqueólogo alemán Max Uhle.
Por otra parte, durante mucho tiempo se supuso que las momias egipcias más antiguas databan del año 3000 a.C.. Sin embargo, un artículo publicado en el Journal of Archaeological Science en diciembre de 2018 hace retroceder el origen de la momificación egipcia unos 1.500 años, hasta c. 4500 a.C., todavía un poco menos que la cultura Chinchorro.